
Vamos a realizar un pequeño análisis de los discos publicados por Los Planetas, con una gran ayuda de Youtube, que nos dará la mayor parte de las canciones del grupo y de una página web llamada: http://lafonoteca.net/ ; que de mano de sus distintos artículos publicados por L.S. Daniel nos hacercaremos al estilo y a la historia de cada disco...
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Super 8
A más de tres lustros de su salida es difícil valorar "Super 8" (RCA, 1994) de una manera extemporánea. Su significado es tanto y tan intenso en la música independiente, que puede hacer difícil desvelar su valores reales. Que los tiene y muchos.
Los Planetas siempre fueron y son un grupo diferente, que marcaba los caminos por los que el resto de los grupos de la escena (término que a día de hoy carece de significado pero que, entonces, marcaba unos límites muy claros de lo que se movía dentro del subsuelo independiente en España). El grupo más importante del momento, el que más esperanzas aglutinaba, el modelo a seguir dentro del universo del indie… grababa su debut para una multinacional. Aunque pueda parecer una cuestión colateral generó no pocos debates en el momento, desde los que elogiaban el paso porque les daba mucha libertad por los medios que iban a disponer, a los que les acusaban de prematura muerte antes casi del nacimiento en las garras de la multi.
El tiempo, a su manera, ha dictado veredicto. Haberse quedado anclados dentro del movimiento independiente hubiese frenado una meteórica carrera que comenzó allí. Y "Súper 8" es un ejemplo perfecto de esto.
Con un sonido compacto, deudor de sus maestros como The Jesus and Mary Chain, Sonic Youth y otros adalides del ruido, pero también con miras mucho más amplias, con citas a los neozelandeses The Chills, a The Troggs o a los Joy Division, el disco es una auténtica declaración de principios. Jamás en España se había grabado nada parecido y mucho menos dentro de una empresa discográfica tan poderosa. Capas de ruido que cubren las voces -las más de las veces ininteligibles-, textos ambiguos(“10.000” ó “Jesús” son muy representativas en este sentido), una portada que se convertiría en todo un icono generacional y… canciones.
Canciones enormes, como la que abre el disco, “De viaje”, en la que la psicodelia pop que tantos buenos frutos les iba a rendir en toda su carrera ya se muestra en plenitud. J parece tocado por la musa de las melodías y empieza su fábrica de hits implacable. “¿Qué puedo hacer?” se convierte en el himno definitivo del indie en los 90, con un video dirigido por el cineasta de culto Jess Franco, un corto de Serie Z con el grupo pletórico y sus camisetas a rayas, sus gafas de sol y un aspecto de antiestrellas tan querido en la década pasada.
El disco bascula entre las pequeñas torturas del amor y las referencias a las drogas y otros ámbitos del mundo adolescente. Esa es su mayor virtud, la del reflejo casi perfecto de la cotidianeidad de la edad, tan clara que sus seguidores las hacen suyas como si las hubieran vivido en carne propia, aún sin salir de la habitación. Pero también es la mayor limitación del disco.
El reducido abanico de referentes, lo corto de la propuesta, juegan en contra de un disco que contiene pasajes de belleza en los textos inalcanzables para la media, como en “Brigitte” o en “Desorden”, donde se rinde un sentido homenaje a uno de los ídolos de la banda, Ian Curtis, relatando flashes de su suicidio mezclado con versos de “Pictures of you” de The Cure.
Letras que serían imitadas una y otra vez por docenas de grupos, sin mucho éxito en este sentido, siendo patente su huella (y las diferencias abismales en resultados) en bandas como Deneuve o La Habitación Roja.
La espesa y larga “La caja del diablo” cierra un disco que es ambicioso y modesto a una, y en el que esa indecisión se convierte en una pequeña losa que, lejos de sepultarlos, sirve de primera piedra para una carrera ejemplar, casi sin parangón dentro del pop-rock hecho en este país.
Unos meses más tarde grabaron el EP “Nuevas Sensaciones” (RCA, 1995) ser editado en ese formato, pero RCA quedó tan satisfecha del resultado que lo utilizó a modo de single sacando una edición especial de "Super8" en dos discos, en el que incluía dicho EP.
13 pistas
1 De viaje
2 Qué puedo hacer
3 Si está bien
4 10.000
5 Jesús
6 Estos últimos días
7 Brigitte
8 Rey Sombra
9 Desorden
10 La caja del diablo
11 Nuevas sensaciones(ep ed. especial)
12 La casa(ep ed. especial)
13 Desorden (mix 2) (ep ed. especial)
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Pop
Tras el agridulce trago que significó “Súper 8” (RCA, 1994), con una división de opiniones generalizada (disco del año para Spiral, ni entró en la lista de Rock de Lux), y las pobres cifras de venta del mismo que llegaron apenas a ocho mil unidades, Los Planetas deciden reorientar su sonido y su carrera como tal.
La primera decisión en “Pop” (RCA,1996) es un cambio a nivel general. Para ello deciden contratar un productor en el que ponerse en sus manos, que no los conozca y venga de fuera. Entregan a RCA una serie de nombres entre los que figuran David Baker de Mercury Rev (al que dedicarán la emotiva y casi plagio del “Chasing a Bee” de los propios Mercury Rev, titulada "db"), o Ian Broudie, líder de Lighthing Seeds, ex Big in Japan y productor, por ejemplo, de los dos primeros discos de Echo and The Bunnymen. La leyenda dice que la compañía dijo que no y por eso se quedaron con el más barato, Kurt Ralske, miembro de Ultra Vivid Scene y productor, entre otros de Ivy con el que por cierto grabarán uno de sus discos más decisivos, “Una Semana en el Motor de un Autobús” (RCA, 1988).
No sólo esos son los cambios. El batería Paco Rodríguez abandona la formación y es sustituido por Raúl Santos, miembro de SupercineXcene y colaborador habitual de Najwa. Tras este disco también abandonará la formación la carismática bajista May Oliver.
El disco tiene un sonido limpio, unas canciones con fuerza, directas, que entran a la primera como “Una nueva prensa musical”, “Himno generacional #83” o la nimia “Punk”. También algunas de las mejores letras de toda su carrera como “Jose y yo” u “8”. Pero algo no funciona en este disco, que suele pasar por el peor de toda su carrera junto a “Contra la Ley de la Gravedad” (RCA, 2004).
Y uno de sus mayores problemas provienen de una equivocada producción que hace que suene como un grandes éxitos. Cada canción parece provenir de un mundo diferente, de un momento distinto, de un sonido que no encaja con los demás. Así, canción a canción triunfa… para terminar en derrota. El dispar sonido, la amalgama de canciones que buscan el pop perfecto frente a otras de fondo psicodélico, descompensan de tal manera el disco, que se hace muy pesado.
La portada y el diseño del libreto, obra de Javier Aramburu, mostraban una indigesta explosión de colores propios del arte pop, enlazado con un delirio psicodélico en el que muchos de los símbolos del disco quedaban reflejados.
Por eso, de forma curiosa, los tres sencillos lanzados con abundante material extra funcionan de manera mucho mejor que el propio disco. Las excelentes Caras B que incluyen "Himno Generacional #83" (RCA-Subterfuge, 1996), "David y Claudia" (RCA-Subterfuge, 1996) y "Punk" (RCA-Subterfuge, 1996), son superiores a la principal, sobre todo una escalofriante versión de “Northen sky” de Nick Drake retitulada como “Cielo del Norte”.
Tanto el disco como los singles fueron publicados en edición CD por RCA , mientras que una versión en vinilo, hoy pasto de coleccionistas a precios prohibitivos, fue editada por Subterfuge con portadas diferentes, todas ellas obra de Javier Aramburu, encargado habitual del diseño del grupo granadino.
11 pistas
1 db
2 Una nueva prensa musical
3 Jose y yo
4 Himno generacional #83
5 Ciudad Azul
6 La máquina de escribir
7 David y Claudia
8 8
9 Aeropuerto
10 Ondas del espacio exterior
11 Punk
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Una semana en el motor de un autobús
Hay obras que impone el cánon que por ese mismo hecho no se suelen discutir, aunque un análisis pormenorizado da como resultados sorprendentes observaciones. Si se considera a “Ciudadano Kane” (Orson Welles, 1941) la mejor obra de la Historia del Cine en muchas de las listas de crítica de los más diversos medios, es difícil objetar que tiene cualidades superiores “El Cuarto Mandamiento” (Orson Welles, 1942). O si “Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band” (Parlophone, 1967) es el disco definitivo, ¿por qué pierde si lo comparamos frente a “Revolver” (Parlophone, 1966)?.
Unos Planetas al borde de la disolución, con problemas personales, con miembros de la banda en constante mutación, con una relación con su discográfica al filo del cisma, asumiendo que nunca llegarán a ser unas estrellas del rock nacional a la altura de Nirvana en el internacional. Tras el tropezón artístico y comercial de “Pop” (RCA, 1996), arrastrándose en conciertos infames, llenos de baches derivados de los problemas de salud entre algunos de los componentes del grupo... o sea, en el peor momento posible.
Se impone una reflexión y un alejamiento de todo lo que les rodeaba, y toman la decisión de irse a Nueva York a grabar un cancionero mucho más ambicioso del que jamás se habían atrevido incluso a sugerir. De nuevo cuentan, como en “Pop”, con la producción de Kurt Raskle, y si allí se revelaba su trabajo como un completo error, en este es uno de los mayores triunfos, dotando de empaque formal y cuidando hasta el más mínimo detalle de sonido en un disco que llevaría en el título un homenaje a Dylan con el extravagante “Una Semana en el Motor de un Autobús” (RCA, 1998).
Como explicarían en las entrevistas, el título se refiere a sus estado anímicos tras salir de todos los problemas antes referidos. Al renacimiento como grupo y personal. J y Florent siempre se encargaban de recordar que para ellos la banda no era un mero entretenimiento, como para tantos otros compañeros de generación. Que era su propia vida, y que la pasión desmedida que ponían en ella se reflejaba en el resultado final. Para bien y para mal.
El disco comienza de manera impactante con “Segundo premio”, que además fue el primer sencillo. Es curioso que fuese el último tema en ser compuesto y grabado, y que se debiese a que RCA, que estaba más o menos contenta con el resultado aunque les pareciera un disco incomprensible, consideraba que necesitaban algo más para redondear el álbum, dar con la canción estandarte del mismo. Nunca podrán estar demasiado agradecidos el grupo a esta presión. Con una melodía calcada a “Promesses” del francés Etienne Daho, y una letra de las que parecen al alcance de escribir cualquiera y que sólo consigue J, impresiona desde los primeros segundos por la potencia rítmica que imprime el recién incorporado batería Eric Jiménez (también en Lagartija Nick). La crudeza tanto musical como de la letra, el desamor a flor de piel y la redención en forma de advertencia vengativa final, consiguen marcar a toda una generación de oyentes de música en español que cae rendida en masa a la religión planetaria. Es mucho más recomendable la versión del disco que la versión radio edit que estaba en el single sin la impresionante coda final de arreglos de cuerda y orgía rítmica en las manos de Eric. Pero en ese sencillo, la Cara B sirve de excelente complemento en la siniestra, violenta y brutal “Algunos amigos”.
Tras este arrollador inicio, la cosa, lejos de detenerse, comienza a tomar impulso cuesta abajo y sin freno. Continúa con la energética, powerpopera, digna de las enseñanzas de unos Pavement o los Lemonheads más brillantes, “Desaparecer”, con otra letra llena de bilis y rabia, con una fiereza tan grande como los aullidos de lobos que se escuchan en su maraña de vibrantes guitarras. La función prosigue con un descanso lleno de belleza con “La Playa”. Recordando ligeramente a “David y Claudia” de su anterior disco, narra un pequeño cortometraje de celos y dudas en un amor de verano. Lo que cuenta es tan näif y profundo a la vez como pueda serlo una película de Eric Rohmer.
Tras esto prosigue la psicodélica, preciosista y abstracta, “Parte de lo que me debes”, que parece beber del tan en boga por aquellos momentos post-rock, tanto en su vertiente de Chicago como del sello canadiense Constellation.
Hasta este momento no hay nada que objetar a un cuarteto de inicio magistral. Pero el análisis pormenorizado del mito hace que podamos observar la gran debilidad que aqueja a este disco. La plana “Un mundo de gente incompleta”, la intensa pero obvia, pura Serie B garagera, “Ciencia ficción”; la monótona y alargada “Montañas de basura” -casi una conga-noise-, y la espantosa “Cumpleaños total”, dotan de una debilidad bastante considerable a la columna vertebral del disco.
Por suerte para este, para ellos, y para nosotros, el tramo final impresiona y, no es difícil aventurar, es el que consigue el infeccioso poso que convierte a este disco en un tótem dentro de nuestra música, apareciendo sin falta en todas las listas de mejores álbumes de nuestro país. El paraíso químico de “Laboratorio mágico”; lo psicotrópico del abandono de “Toxicosmos”; la aceptación de la derrota -o de la propia identidad- de “Línea 1” con su poesía de la cotidianeidad; la búsqueda interior, renacimiento incluido, de la majestuosa, y paradójicamente breve en sus casi diez minutos, “La Copa de Europa”, en la línea de unos Spiritualized pletóricos, dan forma a uno de los encadenados de grandes canciones menos habituales de la música en español de cualquier época, como no se recordaba desde los mejores tiempos de Dinarama.
¿Qué queda del culto a este disco? Sin duda es un disco excelente lastrado por una parte central que se acepta de mejor manera gracias a su tercio inicial y a la brillantez con la que termina. Las supuestas interpretaciones sobre la historia de que era un disco conceptual sobre un chico al que le dejaban, se perdía en fiestas y drogas para luego redimirse, la verdad, además de pilladas por los pelos, le hacen un flaco favor a la comprensión del disco por su simpleza, rozando lo idiota como planteamiento.
El disco seguirá apareciendo de forma invariable en cualquier listado de imprescindibles de la música española. ¿Podría considerarse a este disco como un gran disco? Sin duda. ¿Cómo el mejor de los andaluces? Los reparos explicados me hacen dudar mucho de esta tesis.
12 pistas
1 Segundo premio
2 Desaparecer
3 La Playa
4 Parte de lo que me debes
5 Un mundo de gente incompleta
6 Ciencia ficción
7 Montañas de basura
8 Cumpleaños total
9 Laboratorio mágico
10 Toxicosmos
11 Línea 1
12 La Copa de Europa
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Unidad de desplazamiento
Tras finiquitar la primera parte de su carrera con el gran “Una Semana en el Motor de un Autobús” (RCA, 1998), Los Planetas hacen resumen con su colección de singles y editando un EP, “¡Dios Existe!. El Rollo Mesiánico de Los Planetas” (RCA, 1999) que sirve de bisagra entre el antiguo y el nuevo grupo que emerge de las cenizas del anterior. Un EP que en su momento parece sólo un pasatiempo mientras llega el nuevo disco, pero que ya daba la mayoría de las pistas de lo que estaba por llegar.
Enfrentarse al reto de comenzar el milenio con su cuarta larga duración, tras el arrollador éxito crítico, y haber aumentado su base de seguidores de forma exponencial, representaba una presión añadida a la que siempre habían tenido a lo largo de los años, siempre observados como los que abrían y señalaban los caminos por donde ir gran parte de la música menos comercial de este país. No porque lo que hacían fuese muy rompedor, que no lo era, sino por una actitud de enfrentarse a la creación en libertad con la visión puesta en no quedarse en un entretenimiento adolescente como le había ocurrido a la mayoría de sus compañeros de generación.
“Unidad de Desplazamiento” (RCA, 2000) puede considerarse como el “Pet Sounds” (Capitol, 1966) de los de Granada, incluso vale ese mismo calificativo para toda la escena independiente. El disco definitivo, ambicioso, compacto, accesible, y a la vez complejo. Desde el mismo título ya dejan claro que no se iban a estancar. Que van a otro sitio aunque dejen atrás a gente que no se lo va a perdonar. Y que lo hacen en bloque. A ello contribuye también el excelente arte del disco, sobre todo en la edición limitada inicial, toda una virguería de Javier Aramburu, diseñador oficial del grupo hasta “La Leyenda del Espacio” (RCA, 2007), donde ya no colabora debido a su retirada del mundo del diseño discográfico, salvo alguna excepción por amistad caso de Single.
Un sonido homogéneo, con “Flotando sobre loscos”, que inicia y da cohesión al disco al reaparecer a mitad de este. Ensoñadoras piezas, la primera de ellas con un recitado casi ininteligible de Verónica, miembro del grupo Meteosat, que introduce y mece en un disco mucho más dominado por atmósferas ensoñadoras, por una bajada de electricidad, inclusión de samples, y muchos teclados de excelente factura a cargo de Banín.
Es curiosa la elección de los singles. Tanto “Vas a verme por la tele", que fue el de adelanto (y la canción más floja), como “Un buen día” -que disparó la repercusión del disco, con una versión censurada para las radiofórmulas eludiendo la referencia a la cocaína-, y el tercero “Maniobra de evasión”, son, junto a “Plan de fuga”, las únicas canciones en las que la velocidad predomina. Aunque incluso en algunas de ellas, como en esta última, obsesiva y maniaca, construida a base de repeticiones, son difícilmente coreables en su traslación al directo.
El resto del disco reposa sobre un manto de placidez, melancolía, casi placebo musical, para dejarse conducir por las rutas que nos marcan. Aunque ninguna de las reseñadas se sale del hermético sonido e intenciones del propio disco, pocas canciones reflejan mejor la impotencia del desamor como la perfecta, absolutamente redonda “Un buen día”.
Como tocado por la varita mágica de la lucidez, J escribe una letra que será mil veces imitada, y mil veces imitada mal (casos lamentables como algunas letras de La Habitación Roja, Deluxe o Deneuve lo demuestran). Un relato corto, un cortometraje lleno de poderosas imágenes, planos exactos de un guión sobre la imposibilidad del olvido -ya sea vía escapismo intelectual o químico- con cambios musicales que inducen estados de ánimo de la euforia a la depresión emocional. Un auténtico himno generacional, este sí sin ironías y sin buscarlo, quizá, de cómo la aparición fugaz de la imagen de la persona ausente puede cambiar el rumbo de un día.
En la primera parte del disco, la que queda enmarcada entre las dos piezas de “Flotando sobre loscos”, predomina la temática del despecho, con ese bolero sui géneris que es “Santos que yo te pinté”, la sumisa aceptación de la propia debilidad casi susurrada de forma monótona de “Anuncio para coches”, o el arrebato de dignidad del odio de “Vas a verme por la tele”.
En cambio, la segunda es una cuesta abajo y sin frenos de talento, de desazón anímica, de belleza. Letras como la de “Tierras Altas”; la épica contenida de “Que no sea Kang, por favor”; el hallazgo de las palabras justas para lo que uno mismo querría decir, asumiendo errores y carencias en “Canción para ligar (o para que no me dejes)”; y hasta otra película en formato reducido en forma de vals, en una de las declaraciones de amor más a corazón abierta de toda su carrera, con momentos para el recuerdo como “sólo sabía que no me importaba morir”.
El disco muere con “Paseo por el parque”, otro instrumental más que sirve para consolidar esa sensación de obra homogénea, de unidad como indica el título. Los ladridos de perro nos despiden rememorando otros ladridos, los del álbum de los Beach Boys, en el que se mira sin pudor, para terminar con la sensación de que acabamos de asistir a la escucha de una obra maestra sin fisuras, un disco de los que marcan una carrera, irrepetible, y con el que está todo dicho.
La inteligencia del grupo y su constante evolución les hace darse cuenta de esto, y en su siguiente disco volverán a pegar otra zancada estilística, lírica y personal como si el miedo a quedarse en un sitio pudiera significar el inicio del fin.
13 pistas
1 Flotando sobre Loscos
2 Santos que yo te pinté
3 Maniobra de evasión
4 Anuncio para coches
5 Vas a verme por la tele
6 Flotando sobre Loscos II
7 Tierras Altas
8 Que no sea Kang, por favor
9 Plan de fuga
10 Un buen día
11 La cara de Niki Lauda
12 Canción para ligar (o para que no me dejes)
13 Paseo por el parque
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Encuentros con entidades
Tras entregar su obra maestra, “Unidad de Desplazamiento” (RCA, 2000), y con el progresivo ascenso a los altares de la crítica y el público (cada disco vendía más que el anterior), el siguiente paso se antojaba de una complejidad sólo al alcance de ambiciosos. Y los granadinos lo han sido a lo largo de toda su carrera.
Tras la culminación de una primera etapa de forma brillante con “Una Semana en el Motor de un Autobús” (RCA, 1998), y el inicio de una nueva en la dupla que conforman el EP “¡Dios Existe!. El Rollo Mesiánico de Los Planetas”(RCA, 1999) y el disco anterior, también es el momento en que comenzará cierta deserción de su legión de fans, incapaces de comprender el paso de gigante que representaba este cambio, y esperando una simple continuación de lo reflejado en su tercer disco.
“Encuentro con Entidades” (RCA, 2002) puede pasar por ser su disco más denso. En todos los sentidos. Un sonido que es una apisonadora sónica, abigarrado, más psicodélico que nunca, de desarrollos largos e instrumentaciones dominadas por una rítmica repetitiva y unas guitarras de épica contenida que hacen crecer las canciones, se unen a los textos más complejos acometidos hasta el momento. Instalado en el trono como uno de los mejores letristas de su generación, J es menos claro que nunca. Frases con multiplicidad de interpretaciones, que lo mismo sirven para definir un estado de ánimo, tomar la temperatura al curso de una relación, las sensaciones producidas por un viaje alucinógeno, o un golpe contra una industria discográfica que comenzaba a anquilosarse de manera alarmante.
El disco comienza con la intensa “San Juan de la Cruz”, mística, lenta, agotadora. Como si los instrumentos se fuesen disolviendo, algo que también refleja un diseño del disco con elementos en descomposición, enlazando con “Corrientes circulares en el tiempo”. Hay discos que justifican carreras, canciones que justifican discos y momentos como este en los que los astros parecen conjuntarse. Una canción que aúna de forma total el fondo y la forma.
La canción fue elegida como sencillo adelanto para el disco en una extraña elección, porque no es un tema que entre a la primera y su potencial de cara a las radios parece limitado, y más habiendo auténticos bombazos dentro del disco como son los siguientes singles “Pesadilla en el parque de atracciones” o la liviana “El artista madridista”. Ya desde el indicativo título se nos habla de espirales, de vueltas una y otra vez sobre el mismo tema, sobre el ego, sobre la incapacidad de romper los esquemas para salir de las rutinas… el resultado es una asombrosa canción que siempre estará en los primeros puestos de preferencias de sus mejores temas.
El disco transcurre de una forma similar al anterior, con una estructura sonora muy compacta, sin fisuras, intercalando los temas más densos con esos marca de la casa que parecen hechos para romper pistas y ser coreados en los conciertos, banderín de enganche para muchos de sus seguidores. Aunque en este disco escaseen más que en los demás frente a los muros sonoros, los arreglos con teclados y muestras de sonidos, como en la narcótica “Mis problemas con la justicia”, otro de los arrebatos de J contra el mundo que le rodea.
Y así transcurre el disco que alcanza un nivel, como poco, similar a “Unidad de Desplazamiento”, una sucesión de canciones asombrosas durante los primeros ocho cortes que parecen igualarle a la supuesta e inigualable cota del álbum anterior. De hecho esta, por llamarla de algún modo, primera parte, culmina con el otro punto álgido junto a “Corrientes circulares en el tiempo”, como es “Dulces sueños”. Más de diez minutos de crescendo que vuelan como un suspiro contándonos una historia que entremezcla novela artúrica, psicotropía y citas a la película “El Graduado” (1967) de Mike Nichols, llena de imágenes poderosísimas con un J pletórico, cantando arrastrado, desde otra dimensión. Como si lo abierto en “San Juan de la Cruz” se cerrase de manera brillante en “Dulces sueños”.
Pero aún faltan dos canciones para terminar el disco. Dos torpes, incomprensibles, banales y toscas muestras de salida de tono que se encuentran entre lo peor editado por los granadinos, y que afean un álbum que, hasta ese momento, no bajaba de la categoría de magistral.
Tanto “El espíritu de la Navidad”, una especie de folk psicodélico que quiere emular a otro de los fetiches del grupo como es Syd Barret, como la espantosa “Nosotros somos los Zíngaros”, versión de la ya muy discreta “Nosotros somos los terroristas”, Cara B del single "Corrientes Circulares en el Tiempo" (BMG, 2002), que utiliza la rítmica del “Blue Monday” de New Order, jamás deberían haber encontrado lugar en este disco, por otra parte soberbio, y dejan una sensación incómoda, como rebajando su auténtico valor.
A la vez que el disco, se publica un DVD en el que aparecen todas las canciones con sus correspondientes vídeos. El resultado es bastante discreto en la mayoría de los casos y pocos son reseñables. Quizá “Nosotros somos los Zíngaros”, lleno de marionetas terroristas, “Mis problemas con la justicia” o “Dulces sueños”, que acompañan muy bien a la canción. Por lo demás incluye algunos vídeos antiguos y poco material extra.
10 pistas
1 San Juan de la Cruz
2 Corrientes circulares en el tiempo
3 El artista madridista
4 Mis problemas con la justicia
5 Mil millones de veces
6 Temporalmente
7 Pesadilla en el parque de atracciones
8 Dulces sueños
9 El espíritu de la Navidad
10 Nosotros somos los Zíngaros
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Contra la ley de la gravedad
Desde el inicio de su carrera en el ya lejano EP "Medusa" (Elefant, 1993), Los Planetas han demostrado ser uno de los grupos más inquietos del panorama nacional. No sólo eso, sino que parecen haber trazado su carrera con un plan predeterminado en el que cada disco significase un paso hacia adelante. Los pasos podrían ser errados pero no continuistas. Pasar de la frescura monotemática adolescente de “Super 8” (RCA, 1994), a la dispersión de la búsqueda como banda de pop, y de esta, a la madurez expresiva y musical de “Una Semana en el Motor de un Autobús” (RCA, 1998), para luego destruir el edificio sobre el que se asentaba su carrera y edificarlo de nuevo en “Unidad de Desplazamiento” (RCA, 2000), y más tarde, cuando consiguen ser únicos, enrarecerse y dotar de espesura su propuesta en "Encuentro con Entidades" (RCA, 2002), es un recorrido vertiginoso que había llevado a la banda a ser ella misma sin parecerse en nada a lo que un día fueron.
Existe una ley no escrita en la música en la que, tras tres discos, se impone una reflexión sobre la propia obra. Si se analizan los terceros discos de cada etapa (y sus recopilaciones de sencillos posteriores) podríamos ver a estos terceros discos de ciclo en Los Planetas como puntos de llegada de algún tipo de experimentación. Si en la primera parte de su carrera culminan con la obra que resume toda su voluntad clasicista, de gran banda que sigue la tradición de la historia del rock en "Una Semana en el Motor de un Autobús", la culminación de su segunda etapa viene con el más discutido (y discutible) disco de su trayectoria.
Complejo, disperso, irregular, genial por momentos pero nunca acomodaticio, podemos decir sin miedo que es el peor disco de la banda junto a “Pop” (RCA, 1996)... y que contiene muchos de los mejores momentos de toda su carrera. La violenta conclusión de esta etapa se plantea en términos de concepto (que no conceptuales) con mucha más intensidad que en ninguno de sus otros trabajos: la lucha del artista frente al medio hostil para su creación. Y es que los momentos críticos que pasaba el grupo frente a su discográfica son muy notables (muchas de las fotos de promoción de este disco se las hicieron con J enfundado con la camiseta de Sinnamon, lo que propició no pocas especulaciones de la salida de la banda hacia el sello y promotor barcelonés), y apenas existió una gira, sólo algunos conciertos desperdigados que no quedan para el recuerdo de los aficionados.
Es el disco en el que muchos de sus antiguos fans abandonan a la banda de forma definitiva, incapaces de asimilar que “Una Semana en el Motor de un Autobús” era sólo un paso necesario para alcanzar su plenitud, y no una fórmula exitosa para repetir hasta el desgaste. Es el disco, en definitiva por el que muchos, incluidos gran parte de los medios, dieron por acabado al grupo.
¿Qué ofrece esta culminación de la segunda etapa?. Un sonido nada homogéneo, canciones diversas, una boutade electrónica y un par de temas ya conocidos -“Podría volver”, versión de Bambino que había salido en el homenaje al cantante, y una nueva versión de “Experimentos con gaseosa” que ya había sido editada en el pobre EP “Los Planetas se Disuelven” (RCA / Cañamo, 2003)-.
Si a los grupos, a los artistas, se les conoce en sus triunfos, mucho mejor se les conoce en sus fracasos. Canciones vulgares y cansinas, como la wilsoniana “Deberes y privilegios”, o “Sale el sol”, se entremezclan con algunos de sus típicos himnos como “No ardieras” o “Canción del fin del mundo”.
Culminación de un sonido y una forma de hacer, y guía para lo que podría llegar más adelante, la instrumental “124” daba una pista falsa de su querencia por la música popular de su tierra, que desarrollarían con resultados asombrosos, magistrales en su siguiente disco “La Leyenda del Espacio” (RCA, 2007).
Producto de la propia ceguera de prensa y público, se aparta este trabajo como si careciese de valor, cuando contiene un trío de las mejores y más emocionantes canciones que jamás han compuesto los de Granada, quizá como testamento de una forma de épica emocional de esta segunda etapa, ampliación y mejora de todo cuanto comenzó en el EP “¡Dios Existe!. El Rollo Mesiánico de Los Planetas” (RCA, 1999). Me refiero a las inolvidables “El golpe de gracia”, “Nunca me entero de nada” y la remozada “Experimentos con gaseosa”. Incluso en las derrotas más amargas se consiguen las victorias más dulces.
12 pistas
1 El golpe de gracia
2 Devuélveme la pasta
3 Y además es imposible
4 Canción del fin del mundo
5 Nunca me entero de nada
6 Experimentos con gaseosa
7 124
8 No ardieras
9 Sale el Sol
10 Deberes y privilegios
11 Cumplimentando compromisos contractuales
12 Podría volver
Haz click en los enlaces para escuchar los temas en Youtube (Está el disco entero)
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La leyenda del espacio
Los Planetas se han caracterizado no sólo por ser el estandarte de la llamada música independiente o alternativa de este país, sino por su actitud profesional y su concepto de carrera como banda. Una regularidad matemática en la publicación de discos desde el ya lejano 1994 y su “Súper 8” (RCA, 1994), en el que sus fans, cada dos años, esperaban un nuevo disco. Un planteamiento de giras, de promoción respecto a la salida de nuevo material, de buscar siempre ir un paso más allá, y conseguir lo que ningún otro grupo en sus circunstancias había conseguido.
Tras la publicación del irregular “Contra la Ley de la Gravedad” (RCA, 2004) el grupo se encuentra en una encrucijada tan grande como en el momento de publicar “Una Semana en el Motor de un Autobús” (RCA, 1998). Un hartazgo o saturación de lo que significa ser Los Planetas, que muy a pesar de ellos mismos, es más que ser un simple grupo. Sus diferencias con su sello discográfico, o el varapalo crítico y de percepción de su último disco, dejan a la banda muy tocada. No se hace una gira como tal, no dan señales de vida tras dos años. Los rumores de separación, toda una constante en su carrera, esta vez parecen tener más fundamento: J emprende una aventura paralela junto a Manu Ferrón, miembro de su sello discográfico El Ejército Rojo (a la que luego se le van sumando otros integrantes) denominada en un principio Montero Castillo y Aguirre Suárez (jugadores del Granada F.C. durante los años 70), más tarde La Cultural Sol y Nieve, y al final Grupo de Expertos Solynieve, editando primero un EP y luego un excelente disco.
Con este grupo hace gira dando unos conciertos muy distendidos pero a la vez intensos. A J se le ve feliz y cómodo, recuperando el gusto por sentir la música como antes, cosa que se encarga de recalcar en cada entrevista. Hasta qué punto esta aventura es responsable del giro de 180 grados que dan Los planetas en “La Leyenda del Espacio” (RCA, 2007) es algo que queda a las interpretaciones. La reivindicación de otra forma de hacer las cosas, de una forma de ser y sentir sureña, y el creciente interés de J por la música de su tierra, darán en 2007 la aparición de un disco que de nuevo los sitúa en boca de todos, haciendo correr ríos de tinta, artículos, y portadas de prensa especializada y generalista.
Se escuchan rumores de que el disco va a tener una gran influencia del flamenco y que cada canción será la reinterpretación planetaria de un palo del mismo. El asombro y estupefacción no puede ser mayor ante tal anuncio.
Y el disco llega.
Es difícil enfrentarse a este álbum siendo un desconocedor de la carrera de los granadinos, pero casi es más complicado enfrentarse a él siendo un profundo conocedor de la misma. El impacto por lo nunca escuchado (ni en ellos ni, me atrevo a decir, en nadie) es abrumador. Desde un título retador, -una especie de otro lado del espejo de “La Leyenda del Tiempo” (Polygram, 1979) del revolucionario disco de Camarón de la Isla, que removió los cimientos del flamenco en los años 70-, a un contenido difícil de describir genéricamente, puesto que, por supuesto, no es un disco de flamenco, pero tampoco es un disco de rock, ni mucho menos de rock flamenco. Es un disco de Los Planetas. Pero tampoco es un disco más de Los Planetas.
No hay palmas, ni quejíos, ni rastro de los rasgos distintivos del flamenco, pero la rítmica de los palos, las estructuras de las canciones, la métrica, todo, absolutamente todo está estudiado al milímetro para que funcione de la manera que lo hace. Un lugar a parte hay que dedicar a la gran labor de Eric a la batería. Él, como miembro de Lagartija Nick, ya había participado en el mítico "Omega" (El Europeo, 1996) junto a Morente, y por lo tanto, desde esa base se fueron construyendo muchos de los temas. Se ha hablado de semejanzas y diferencias de estos dos discos, pero en realidad, poco, apenas nada, tienen que ver. "Omega" es una incursión de sonidos del rock dentro del mar del flamenco, que envuelve todo el proyecto, mientras que este disco es una inmersión del imaginario del flamenco en los Planetas, ni siquiera en el rock.
El disco se abre con la estremecedora “El canto del Bute”. Lo primero que escuchamos es “me estoy quedando sin fuerzas / sólo espero ya la muerte”. Y se cierra con un homenaje a un amigo muerto, el pinchadiscos barcelonés Sideral en la indescriptible “Tendrá que haber un camino”, interpretada en la voz rota de Enrique Morente. El círculo en forma de muerte se cierra más de una hora después.
Entre medias, una gozosa colección de canciones reconocibles, en la que elegir una para descartar otra es un acto complicado. El paso de gigante que representa este disco, la variedad, y, a la vez, uniformidad que posee. En él aparecen tanto ecos beatlelianos (el calco de “She said” al inicio de “La verdulera”), como propios del hardcore (como en “El canto del Bute”), o explosiones de marasmos eléctricos. Auténticos muros de sonidos en espiral y psicodelia avant-garde como en una de las cumbres, “Negras las intenciones”.
También hay canciones reconocibles, bombas de relojería de las de siempre, como los sencillos “Reunión en la cumbre” , con J clamando una vez más contra las corporaciones que dominan el sistema, o “Alegrías del incendio”, adaptación de unas alegrías a un himno coreable en cualquiera de los excelentes conciertos de la gira que realizaron para este disco. Se da la circunstancia de que esta canción fue la primera que crearon, y debido a lo satisfechos que quedaron, pensaron en que la idea del disco podría no ser descabellada.
¿Alguna pega?. Quizá la prescindible “Si me diste la espalda”, con un hippismo que la hace chirriar dentro de un conjunto sin fisuras.
Un disco de purificación que podría resumirse en la redentora, canción de culpa y renacimiento, “Ya no me asomo a la reja”, que actúa casi de metáfora del propio grupo, volviendo como en la película de “De Entre los Muertos” (Hitchcock, 1958).
La crítica del disco se hace complicada porque cada escucha sugiere que su asimilación es aún imposible, que el tiempo y su leyenda nos van a revelar algo que aún, por su complejidad, nos está vedado. Que es una obra que no pertenece a este momento ni a ningún otro. Que conecta el pasado y el futuro con un microchip del presente. Y tan importante o más: su identidad es tan absoluta que en ningún otro punto del planeta podría haber acontecido, lo que le confiere un halo todavía mayor de obra única por su marcada personalidad. Resumen de músicas con tradiciones centenarias, unidas a músicas con poco más de medio siglo de existencia, uniendo tiempo y espacio para dar de si un disco que puede llegar a ser legendario.
13 pistas
1 El canto del Bute (Tientos)
2 Si estaba loco por ti (Verdiales)
3 Reunión en la cumbre
4 La verdulera (Mirabrás)
5 Ya no me asomo a la reja (Fandangos)
6 Negras las intenciones (Soleares)
7 Si me diste la espalda
8 Deseando una cosa (Cantiñas)
9 Entre las flores del campo (Caracoles)
10 La que vive en la carrera (Granaínas)
11 Alegrías del incendio(Alegrías)
12 Sol y sombra
13 Tendrá que haber un camino (Cañas)
Haz click en los enlaces para escuchar los temas en Youtube
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Una ópera egipcia
Camino de los veinte años de carrera Los Planetas, en una posición envidiable, entregan su octava obra de estudio con el aval de ser la sucesora del inconmensurable “La Leyenda del Espacio” (RCA, 2007) coronado por varios medios como el mejor disco español de la primera década del siglo XXI.
La ambición con la que acometieron esa obra mayúscula deja paso en esta “Una Opera Egipcia” (Octubre, 2010) al ahondamiento (con reservas en este concepto) de los logros anteriores y a la apertura de nuevos caminos. No es la primera vez que los granadinos buscan en una supuesta obra continuista nuevas fórmulas para redefinir su futuro. Como “Pop” (RCA, 1996) a “Super 8” (RCA, 1994) y “Encuentros con Entidades” (RCA, 2002) a “Unidad de Desplazamiento” (RCA, 2000), “Una Opera Egipcia” se beneficia de un concepto triunfador de su antecesor para en una escucha distraída considerarlo continuista pero para dar nuevas pistas o experimentos que pueden tener (o no) continuidad.
Aunque se le ha acusado de dispersión no parece tan claro que esto sea así. El disco está dividido en dos partes bien diferenciadas en sonidos e intenciones. Mientras que la primera, que comprendería los cinco temas iniciales son mucho más directos, claros y con pegada desde la primera escucha, luego se da paso a una obra mucho más oscura y densa, con un sonido que llega hasta la asfixia.
El título hace referencia a cómo los gitanos llamaban a una obra maestra, a un trabajo excepcional, reincidiendo en ese humor subterráneo e irónico que siempre ha practicado la banda en muchos de sus títulos. Otros títulos que se barajaron fueron “Una Obra de Moros” (con el mismo significado pero desechado para evitar malentendidos) o “Periodos de Rotación”.
El tema inicial “La llave de oro” estaba pensado para ser cantado por Enrique Morente pero al final se decidió dejar en un instrumental que abre de manera enérgica el disco. La inclusión de hasta tres temas conocidos y editados con anterioridad reforzaba ese aire de recopilación de esfuerzos, pero dentro del disco no da esa sensación. “Una corona de estrellas”, aparecido en la banda sonora de la película “La Habitación de Fermat” (Luis Piedrahita / Rodrigo Sopeña, 2007), “Soy un pobre granaíno” en el recopilatorio “Principios Básicos de Astronomía” (Octubre, 2009) y la enorme “Romance de Juan de Osuna” del EP del mismo título sirven de blanco a las críticas de los que acusan de escaso esfuerzo a la banda y de hacer un álbum de retales. Sin embargo, escuchado el trabajo no da esa sensación en absoluto y cada una de ellas tiene su lugar adecuado y su porqué.
El sencillo elegido, “No sé cómo te atreves”, un dúo de aires pimpinelescos junto a Ana Fernández, La Bien Querida, se convierte desde la primera escucha en otro himno inmediato de los que han facturado por docenas. Una canción sobre la posesión y los amores difíciles en la que las dos voces se conjugan de forma excepcional. La Bien Querida vuelve a aparecer en la “La Veleta”, sevillana muy popular que ha conocido infinidad de versiones en artistas de la talla de La Niña de los Peines. Pero la sorpresa viene de que este tema está construido sobre un colchón de sintetizadores que toman el protagonismo absoluto dando un aire de extrañeza y misterio a la letra que, por otra parte tiene cierta retranca humorística dentro de su sencillo romanticismo. No es la primera vez que el grupo prueba con la electrónica puesto que no hay más que recordar deslices y errores como “Cumplimentando compromisos contractuales” de “Contra La Ley de la Gravedad” (RCA, 2004), o tocando el cielo como en la maravillosa “Todo de lo de hoy”, cara B del sencillo “Un buen día”. Pero no pasa de ser una más de las sorpresas que guarda el disco en la potentísima segunda parte de su minutaje.
La muy kraut “Romance de Juan de Osuna” precede a la oscuridad enérgica, llena de garra de “Atravesando los montes”, que en su estructura repetitiva da de lleno en la diana de la flamencodelia, el hallazgo por el que Los Planetas van a tener su sitio en la historia de la música popular española (además de por otro muchos méritos). La creación de un lenguaje propio, pero también inexplorado que ha abierto nuevas vías expresivas en su obra y quién sabe el poso y herencia que pueda sembrar en otro grupos como han ocurrido con su música, obra y actitud, auténtico referente totémico de la música independiente española durante dieciocho años. Lo mismo se puede decir de “Virgen de la soledad”. Tomando patrones, rítmicas y letras de palos clásicos del flamenco y mezclándolo con sicodelia espacial, marañas de guitarras, capas y capas de ruido, no pretenden hacer flamenco rock, muy alejado de sus intenciones, sino hablar su propio lenguaje, el de Los Planetas, pero con acento flamenco. No hay ninguna sombra de duda de que lo han conseguido.
Si en “La llave de oro” no se concretó la colaboración del maestro Enrique Morente, donde sí lo hace es en “La pastora divina” donde vuelve a apabullar como lo hiciese en el disco anterior con “Tendrá que haber un camino”. Escuchando este estremecimiento hecho canción no se puede más que soñar con aquella idea lanzada al vuelo por el grupo en alguna entrevista sobre la posibilidad futura de un disco completo con Morente a la voz. Por soñar que no quede.
Cierra el disco una canción llamada a generar controversias entre el público planetero. “Los poetas” es un mantra de casi diez minutos con letras extraídas de versos coránicos en la que la voz de J. recita en un tono monocorde, de rezo, sobre una machacona y pesada base electrónica que jamás llega a despegar. Un acto de valentía creativa que en algunos ámbitos parece no entenderse en intenciones recriminando que no acabe de despegar, cuando se trataba precisamente de conseguir un efecto envolvente sin buscar épicas y subidones artificiales. Una canción tan sorprendente como inédita en toda la obra del grupo que provoca un estado de hipnótica fascinación y da el toque justo para desmentir cualquier atisbo de replica sobre el posible continuismo del conjunto. Historias de textos sagrados que entroncan con el interés que siempre ha tenido J. en temas religiosos ya desde los tiempos del “Super 8” (no hay más que recordar “Jesús”).
Un nuevo triunfo del grupo y van…
12 pistas
1 La llave de oro
2 Una corona de estrellas
3 Soy un pobre granaíno (colombiana)
4 Siete faroles
5 No sé cómo te atreves (con La Bien Querida)
6 Señora de las alturas
7 La veleta (con La Bien Querida)
8 Romance de Juan de Osuna
9 Atravesando los montes
10 Virgen de la Soledad
11 La pastora divina
12 Los poetas
Haz click en los enlaces para escuchar los temas en Youtube
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Gracias por hacer conmigo este repaso a la discografía de uno de los mejores grupos del pop/rock/indie/... español.
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